
Durante el partido, Almeida aún no asimilaba por completo lo que sucedía. Sus dirigidos, con muchos pases fallidos, jugadas poco incisivas y errores defensivos estaban cayendo en casa ante Espoli. El uruguayo-paraguayo estaba atónito con lo que veía en cancha.
Fueron cuatro minutos los que el ex técnico amarillo dio indicaciones técnicas, hizo gestos con las manos y luego se sentó. No se paró más. Era como si un grueso cabo lo atara a la banca. No daba indicaciones a los elementos en cancha y su rostro no tenía emoción alguna.
El primer gol de la visita cayó, Ever seguía igual, no se enojó ni reclamó. Junto a él, su hijo Iván -preparador de arqueros- se tomaba el rostro, no quería ver lo sucedido. Al otro costado, Pablo Blanco -preparador físico- agachaba la cabeza y la ponía entre sus piernas, pero pese a esto, el técnico permanecía inmóvil.
Iban diez minutos de partido y el equipo de Almeida estaba igual que su técnico, sin reacción, como si los jugadores hubiesen querido darle una triste despedida al entrenador que tuvieron por un poco más de cinco meses.
El segundo gol policial caía e inmediatamente a las espaldas de Almeida, en el sector oeste del estadio, los hinchas empezaron a lanzarle un concierto de insultos y vituperios, los cuales no causaban efecto alguno en el DT. El rostro desencajado de Almeida no era producto del partido o de las querellas en su contra, pues así salió desde que el equipo apareció en la cancha.
Como se dice comúnmente en el fútbol, Almeida ´tiró toda la carne al asador` y puso en cancha a los argentinos Marcelo Delgado, Rolando Zárate y Marcos Mondaini. El estratega quemó los tres cambios y a los pocos minutos Mondaini salió lesionado. Tras esto, los cerca de 3.000 aficionados reprochaban fuertemente al DT, quien confesó en la rueda de prensa que dirigió este compromiso solo porque no había quien se haga cargo del equipo.
El resto del juego fue igual, el tercer gol llegó y el ex golero del Olimpia de Paraguay no reaccionó.
Almeida miró a su alrededor y el estadio lucía vacío en su mayoría, contrario a la Noche Amarilla, cuando dirigió por primera vez a los canarios. El resultado de aquella ocasión fue el mismo, derrota para los dueños de casa a manos del Santa Fe de Colombia por 1-3. En ese cotejo, Óscar Bagüí cometió dos errores que le costaron el no ser aceptado por la hinchada. Película repetida: Almeida no se inmutó y en el encuentro del pasado miércoles ante Espoli el jugador que recibió la desaprobación por parte de la hinchada fue Iván Hurtado.
Con el pitazo del árbitro José Carpio, Almeida daba por finiquitada su relación con Barcelona. La rueda de prensa luego del partido no fue más que protocolo, el técnico ya había anunciado su renuncia y el partido ante Espoli fue nada más que para cerrar su paso por la dirección técnica de Barcelona. Comenzó perdiendo y terminó igual.
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